sábado, 5 de diciembre de 2009

La Cárcel de Cristal

Las nuevas tecnologías cada día son más presentes en la sociedad y esto, aunque creamos que nos hace más libres, en realidad sirve para tenernos más controlados que nunca.

Aún sin entrar en temas de cámaras de seguridad o hakers, un invento tan simple como Facebook, una red social virtual a la que, algunos por iniciativa propia y otros por presión social, se han acabado uniendo, es ya un gran instrumento de control. En relación al gran número de afiliados a Facebook, son pocos los que han facilitado datos falsos y, por lo tanto, sus creadores tienen acceso a la información básica de millones de personas. Además, y de forma semi inconsciente mediante juegos o actividades, los usuarios de la red social facilitan aun más información, como sus gustos personales, películas, libros, marcas favoritas... un perfecto macro estudio de mercado que después se utiliza para ofrecernos unos u otros productos dependiendo de nuestras preferencias.

Además, están los cada vez más conocidos hakers, capaces de entrar en la mayoría de bases de datos de empresas y particulares. Desde el momento en que alguien puede acceder cuando quiera a tu ordenador, desaparece la intimidad del individuo. Es como si alguien, a cualquier hora y sin previo aviso, entrara en tu casa y observara como te duchas, comes o limpias sin poder hacer nada por evitarlo.

En su día, George Orwell planteó el dilema de una sociedad completamente controlada en su obra 1984. Orwell lo presentaba como un auténtico problema para los civiles de su historia. Hoy en día, desde mi punto de vista, se está consiguiendo algo similar. Seguramente no nos encontramos en una situación tan exagerada como la de la historia de Winston Smith, pero lo cierto es que la sociedad actual tampoco es tan consciente del control que sufre como la del libro de Orwell. Quizás la mayor diferencia es que, mientras en la historia todo el mundo es controlado por un ente superior, hoy día, a parte de este ente superior (gobiernos, servicios de inteligencia, grandes multinacionales...), somos nosotros mismos quienes buscamos tener un control sobre nuestros iguales y, por consiguiente, no parecemos tan malos.

La obsesión por la propia seguridad hace que tengamos a los demás más controlados y, a la vez, también estemos nosotros mismos bajo control. La obsesión por la seguridad, las cámaras e Internet, hacen que en el siglo XXI nosotros mismos construyamos nuestra propia cárcel de cristal.


Jaume Cifre.

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