domingo, 17 de enero de 2010

Una cárcel de cristal

El desarrollo espectacular de las nuevas tecnologías ha convertido nuestra sociedad en una telaraña de información dónde todos estamos relacionados, por gracia, y a su vez por desgracia, de internet. Vivimos en un mundo dónde lo nuestro puede ser de todos, nuestra intimidad puede ser burlada; vivimos en una cárcel de cristal.

La proliferación de las redes sociales en el último lustro, como lo son los blogs, los fotologs, facebook, twitter, etc, ha propiciado que una innumerable lista de datos personales estén colgados en la red al alcance de todo el mundo. Esto significa que cualquier usuario, sin ningún talento especial para descifrar contraseñas y material oculto tiene acceso a nuestras fotos, a nuestras aficiones, a nuestra vida privada en definitiva. Pero no solo las redes sociales han hecho de internet un apetecible banquete para curiosos e investigadores, sino que el gran aumento de las compras a través de la red, es un reto para los hackers que intentan acceder a las cuentas bancarias de los usuarios.

El mundo de los hackers merece un punto y aparte, pero como ya demuestra Lisbeth Salander en la saga Millenium, desde el momento que existe un ordenador con acceso a internet, toda la información almacenada en un disco duro deja de ser privada y está al alcance de unos pocos que la manejan a su antojo. Esto convierte al usuario en un ser vulnerable, sin intimidad, controlado por los grandes entes que almacenan la información que depositamos en la red y por esos pocos astutos que intentan beneficiarse de la gran cantidad de oportunidades que ofrece la web.

Todo esto nos lleva a un sometimiento a los poseedores de nuestra información, que utilizan nuestros datos para su propio beneficio. Son muchas las empresas que investigan a los candidatos a ser contratados mediante las redes sociales, hurgando así en su vida cotidiana para saber sus gustos, sus opiniones, como actúan y dejan de actuar en su vida privada, etc; así, dependiendo del perfil de persona que estén buscando contratarán a uno u otro candidato.

Es por esto que cada vez más, estamos controlados, tanto por las empresas que manejan esos datos que comentábamos, como por nuestros homólogos, que en todo momento sabrán cosas sobre nosotros que antes era impensable que supieran. Todo ello nos hace un poco menos libres, y nos convierte en presos de una cárcel dónde somos vigilados y a la vez vigilamos a los demás.


Roger Cornet

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